El vibrante rojo, color de la pasión y de la deliciosa cereza, enciende el interior de esta habitación decorada con complementos alegres, motivos florales para las tapicerías, una romántica cama con baldaquino de hierro forjado, un cómodo sillón perfecto para relajarse y un amplio espejo de diseño. Se trata de una habitación triple/quadruple con cama matrimonial e cama individual/matrimonial . Esta habitación dispone de un cuarto de baño privado con ducha, secador, set de cortesía, aire acondicionado, Wi-Fi, televisión, mini-bar.

Jugosas perlas

“Hace muchos muchos años,
cuando aún a los seres vivos
les quedaba por completar su evolución,
el cerezo
era un árbol sempervirente,
ajeno a las glaciaciones
y a las erupciones volcánicas.

Permanecía igual e inalterable
y sus frutos, como rojas perlas,
aún no existían.
Tras millones de años
de evolución,
a partir de una primera célula
en la profundidad del mar,
llegó el hombre,
llegó la mujer,
se gustaron al momento
y se amaron locamente.

Mas también comprendieron
que ese lugar
no era el paraíso terrestre
y para huir de las fieras
y de las serpientes venenosas,
se amaron
entre las ramas del cerezo.

El agitado y armonioso
ritmar de los dos amantes,
sacudía el pequeño bosque.
Este vibraba al unísono,
mientras sus cuerpos desnudos,
dulcemente arañados por las ramas,
daban como obsequio al árbol
pequeñas señales de sangre
como recuerdo de su amor.

Más tarde, el hombre y la mujer descubrieron las cavernas,
inventaron las estacas
y encontraron lugares más tranquilos
donde poder amarse
sin peripecias acrobáticas arbóreas.

El cerezo,
abandonado,
se quedó solo y triste
y para que el recuerdo de los dos tiernos amantes
volviera a vivir,
cada primavera convirtió
las gotas de sangre que quedaban sobre las hojas
en pequeñas y jugosas perlas incandescentes,
fruto no prohibido de la pasión de los amantes
en aquella tierra primitiva e ingrata
que solo se convertía en paraíso terrestre
en sus momentos de amor,
aquella tierra que los acogió
y para huir de las fieras
y de las serpientes venenosas,
se amaron
entre las ramas del cerezo.

El agitado y armonioso
ritmar de los dos amantes,
sacudía el pequeño bosque.
Este vibraba al unísono,
mientras sus cuerpos desnudos,
dulcemente arañados por las ramas,
daban como obsequio al árbol
pequeñas señales de sangre
como recuerdo de su amor.

Más tarde, el hombre y la mujer descubrieron las cavernas,
inventaron las estacas
y encontraron lugares más tranquilos
donde poder amarse
sin peripecias acrobáticas arbóreas„